Todo empezó justo después de la operación de próstata. Afortunadamente todo salió bien.
Mi médico me advirtió que tendría algunas pérdidas de orina cuando me quitaran el catéter, pero cuatro meses después seguía con las dichosas pérdidas.
Me daba tanta vergüenza que prácticamente no salía de casa y menos con pañales.
Empecé a salir a pasear por las noches para no encontrarme con gente.
Dejé de quedar con mis amigos para jugar al tenis o para echar la partida de mus en el bar.
Siempre he sido deportista, me ha gustado cuidarme, vestir a la moda y sexualmente muy activo.
Mi relación de pareja era muy buena. Mis relaciones sociales también.
Pero todo eso se había acabado para mí. Realmente me encontraba muy deprimido. Estaba siempre de mal humor y la relación con mi pareja se resintió, a pesar de que ella me apoyaba mucho, yo no sabía valorarlo. Me sentía tan mal conmigo mismo y tan avergonzado que no encontraba sentido a nada.
Pero un día una amiga de mi mujer le habló de lo bien que le había ido a un familiar suyo la rehabilitación del suelo pélvico para lo mismo que me ocurría a mí.
Así que acudí a RAPbarcelona y lo primero que descubrí es que yo también tenía suelo pélvico, como las mujeres. Primera sorpresa.
Entonces todo cambió. Desde el primer momento vi una puerta abierta a la esperanza. Entendí que mi problema tenía solución y que podía volver a disfrutar de la vida, como hacía antes.
Me hicieron comprender qué le había ocurrido a mi cuerpo y las razones por las que tenía incontinencia.
Hacía los sencillos ejercicios en mi casa siguiendo el curso online y el cambio fue absoluto. En pocas semanas la cantidad de pérdida se iba reduciendo y al final ya hacía únicamente los ejercicios de mantenimiento.
Aún recuerdo volver a ponerme los vaqueros y el primer partido de tenis después de la operación. Me emociono al recordar la sensación de libertad y de vitalidad.
Podría decir que he vuelto a vivir.
Lo que Álvaro consiguió fue gracias a tres cosas. No cinco ni quinientas. Solamente tres: